El fin de semana, decidí que
era momento de distraerme un rato, así que fui con mi abuelita a caminar por el
Andador Turístico, al llegar al centro le dije que quería invitarla a comer al
restaurante que tanto le gusta, puso cara de preocupación, me dijo:
- ¡No hija, es muy caro, mejor
vamos a otro lugar!
Le dije que, por favor me permitiera
invitarla, con mucha resignación respondió:
- ¡Está bien, yo solo quiero
una rebanada de pastel de chocolate y ya!
Fue fantástico poder invitarla,
sentarnos, mirar el menú en silencio, después de algunos minutos se decidió…
- Quiero un caldo tlalpeño y
después el postre.
Inmediatamente sonreí, desde
hace tiempo se volvió una niña pequeña, predecible, no importa del lugar que se
trate, pide caldo tlalpeño, ha llegado a la conclusión que el mejor caldo es el
que preparan ahí; en realidad no lo es, le gusta porque ahí se reúne la familia,
ahí tiene buenos recuerdos.
Le platiqué del trabajo, de lo
mucho que me fastidia estar todo el día sentada pero también que me siento
infinitamente afortunada de ejercer lo que estudié, hablamos del famoso
Twitter, le divierte lo que escribo, los audios la hacen llorar de nostalgia,
para hacerla reír le conté la anécdota de las luces en el cielo de Monte Albán
y no paraba de reír; entonces ella comenzó a contarme historias de brujas,
demonios, duendes, nahuales, me quedé en completo silencio, el mundo dejó de
existir, solo éramos ella y yo. Fue retroceder el tiempo, podía recordarme de 5
años, sentada en el suelo, cada que se iba la luz y nos quedábamos sin
actividades, ella se sentaba en el sillón y me contaba esas mismas historias
más las anécdotas de cuando fue Ministerio Público.
Terminamos de comer, nos
sentíamos listas para irnos rodando de lo llenas que estábamos, llegó el
momento de pagar la cuenta, el mesero me preguntó si era mi abuela, a lo cual
respondí que sí, él me dijo:
- ¡Es usted muy afortunada de
tenerla!
- ¡Lo sé, soy muy bendecida!
Mi abuelita le hizo la
corrección: “¡Soy su madre!”.
Es verdad, lo eres.
Llegó otro mesero a levantar
los platos y muy osadamente me dijo:
- ¿Vienes seguido aquí? ¿Cómo
apareces en Facebook?
- Sí, vengo seguido con mi
familia y no, no tengo.
- Pero tendrás número de celular
¿Me lo das?
- No joven, disculpe.
Cuando creí que dicho momento ya
había terminado, escucho decir a mi abuelita:
- Pero la encuentras en
Twitter, es abogada y le gusta escribir.
Me sentí bastante abochornada,
sonrojada me fui con ella, no quise ni levantar la mirada. ¿Qué podía decirle a
esa pequeña que ahora depende de mi brazo al andar? ¿Qué podía decirle a esa
mujer que me cuidó desde bebé y ahora camina lento?
Solo hay una palabra. Gracias.