miércoles, 20 de marzo de 2019

Una escapada con mi abuelita

Todo estaba programado desde hace un año, en este puente que pasó, toda la familia debía de reunirse en Cholula, Puebla; ¿La Razón? Los quince años de una prima, todos dijimos que sí, porque eso de ir haciendo cada quien su vida en distintos estados complica cada vez más que nos reunamos todos; después de esta ligera introducción, procederé a contarles mi grato puente de marzo.

Todo comienza con las siguientes preguntas ¿A qué hotel llegarán ustedes?, ¿En qué se irán?.

Para no hacer esta narrativa larga, algunos en autobús para evitar el tedio de manejar, otros en carro por la comodidad y el gusto de conducir; siguiente pregunta, la más importante de todas, “¿Con quién se irá abuela?”, Doña Socorro, mi abuelita que es más mi madre, decidió que sería bueno que después de muchos años sin viajar juntas, esta era la ocasión adecuada, lo cual agradecí infinitamente, porque nunca está de más que la matriarca le deje claro a la familia, que yo soy su consentida (¡aunque no lo crean hay una guerra de celos por el amor de la matriarca entre mis tíos y primos, nunca podrán ganarme, es un hecho! Jajajajajaja).

El trayecto fue ameno y corto, llegamos a las 2 de la tarde a la tranquilidad del hotel, en donde poco a poco fueron llegando los demás integrantes de nuestra familia, decidimos que había tiempo para ir a comer algo antes de la misa, emprendimos una caminata y les propuse que comiéramos algo rápido por cuestiones de tiempo, unas tortas, a lo cual Doña Socorro respondió de una manera clara:

-“Yo no como esas cosas a mi edad, yo quiero sopa”

Iniciamos una larga caminata para encontrar un lugar que no fuera de tacos o de cemitas, ¡Bingo! ¡Al fin un lugar donde ofrecían sopa!, Doña Socorro pidió un caldo tlalpeño, mientras los demás encargamos cemitas y una cerveza para el calor, todos devoramos nuestro respectivo plato y el caldo seguía sin llegar, para cuando lo sirvieron, ¡Oh sorpresa! Ese caldo en Oaxaca es conocido como mole de olla, este hecho hizo enojar a mi abuela, pidió que llamáramos al camarero y cuando este llegó, con toda la calma del mundo le explicó que en Oaxaca se hace de una manera distinta, por ello le pedía de la manera más atenta se lo cambiara, el joven se lo cambió por un consomé de pollo que era una mezcla entre salsa pico de gallo, un toque de arroz y tres pedazos finamente cortados de totopo, su enojo se hizo aún más presente, pero con mucha resignación comió.

Inevitablemente el tiempo nos había alcanzado, yo decidí que prefería llegar directo al salón del evento pues necesitaba arreglarme, mi abuela y mi tía decidieron correr a la iglesia, no sin antes decirme:

-“Jaqueline no se te olvide llevar mi bolso blanco al salón”

Efectivamente, lo dijo, mi nombre completo “Jaqueline” señal de que estaba hablando en serio, no había nada que dudar, me arreglé y me fui al salón donde sería la fiesta, mientras caminaba iba observando dicho bolso, era viejo y desgastado, me pareció realmente feo pero recordé como muchos años antes, cuando era pequeña, me gustaba observarlo, abrirlo, siempre lleno de mil cosas que se pueden llegar a ocupar, era el bolso que mi abuela se llevaba al trabajo, me parecía hermoso, me gustaba lo coqueta que se veía con el, más de una vez dije “Cuando sea grande me compraré un bolso igual a este”, inevitable no sentir nostalgia, los años han pasado, ni el bolso, ni mi abuela, ni yo somos las mismas.

Lo curioso es que el bolso lo cuidé toda la noche y Doña Socorro nunca lo ocupó, en ningún momento lo pidió, llegamos al hotel, lo abrí y estaba vacío.

Así de mucho ha cambiado todo, mi querida abuela ya no necesita cargar con todo, esos años ya pasaron, ahora sus hijos y nietos ven por ella, lo tiene todo, una familia que la ama.
No le hace falta nada.

Te quiero tanto madre querida, no quiero imaginarme que será de mi cuando ya no estés Soco.

viernes, 15 de marzo de 2019

La ortografía en mi vida

¿Alguna vez les pasó que… En la primaria les dejaban hacer planas con ejercicios de letra molde o con las palabras que tuviste mal a la hora del dictado?

Bueno, déjame te platico, Jacky toda la primaria fue cliente frecuente de hacer planas, las odiaba, me enojaba pasar los domingos completos haciendo planas, cuando bien podría andar trepando árboles, dando vueltas en la bicicleta, ideando alguna aventura en la cual nuevamente quedaría con las rodillas y codos raspados al rojo vivo y moretones.

La sentencia era clara “Hasta terminar la tarea puedes salir a jugar”, me daba la media noche del domingo, independientemente de la cartulina que se me olvidaba, yo seguía sin terminar mis benditas planas.

Fue hasta llegar a la Universidad que lo noté, no hablo de letras bonitas, me refiero a faltas de ortografía, compañeros que no sabían leer correctamente, una redacción un tanto temerosa, por no decir penosa, y entonces te recordé abuelita, diciéndome “Hasta para escribir se requiere de amor y dedicación, algún día lo entenderás”.

Ahora no solo digo ¡Benditas planas!, sino también, ¡bendita materia de Español, bendita escuela!, sin ellas mi vida no sería igual.

lunes, 4 de marzo de 2019

Mi abuelo y las barajas

Me recuerdo a la edad de 4 años, observando en silencio para no ser descubierta, al fondo se encuentran mis tíos y mi abuelo jugando baraja española, sus risas son lo que llamaron mi atención, sigilosamente me voy acercando más y más, es tanta la atención en el juego que no se percatan de la pequeña curiosa que se encuentra a sus espaldas, de tanto observar, aprendí.

De todas las reglas del juego solo había una que no comprendía, la cual era:
“En cuanto llegue tu abuela, se guarda todo y ni una palabra de que estuvimos todos jugando”.

Un buen día, sintiéndome segura de mis nuevos conocimientos y con varios centavos ahorrados, me acerqué a la mesa y pedí jugar, todos rieron, pero accedieron, como era de esperarse las primeras veces perdí…

¡Vaya sorpresa! Poco a poco esa pequeña empezó a ganar, no solo la partida, también los tostones de cada uno de los oponentes, ¡Ya era una digna oponente de mi abuelo!

Una tarde tranquila de sábado, nos encontrábamos muy concentrados en esta ciencia exacta de los juegos de azar, que ni el mismo “Pepito” (perico de la casa) tuvo tiempo de avisarnos; doña Socorro (mi abuela) había llegado a casa y se dirigía a nosotros…

El regaño para los dos fue colosal, “¡Cómo una niña iba a estar jugando cosas de tabernas, del diablo, del azar, cosas por las cuales hasta se matan!” “¡Pero en especial tú Rubén, que le has enseñado tal cosa!.

El castigo nos duró un mes, pero la enseñanza fue bastante buena, ya no estás abuelo, pero en cada juego, río en tu nombre.