domingo, 20 de octubre de 2019

Días lluviosos

Todo comenzaba con un mensaje:
- Parece que ya va a llover ¿Paso por ti?
- Sí, en la misma calle de siempre.

Ella llegaba a la misma calle solitaria, la fiel testigo del encuentro de esa pareja de amantes. Abordaba el coche, le daba un beso en la boca y se escondía entre el asiento y la guantera, así al momento de pasar frente a su casa no sería vista, pero también tenía una segunda finalidad, disfrutaba de la vista que tenía desde ahí, le gustaba verlo serio al manejar, observar su barba (esa barba que un principio le causó miedo pues le hacía parecer aún más grande que ella) después de observar sus ojos dormilones, bajaba la mirada recorriendo su torso hasta ver su pantalón, sabía de memoria lo que había debajo de la ropa y le ardía el pecho por las ansías de poder estar a solas.

Una vez que pasaban el área dónde pudiesen ser vistos, se reincorporaba y tomaba asiento, él sonreía fascinado, estaba enamorado de su inocencia y su mirada traviesa, amaba su sonrisa; no podía dar crédito a todo lo que esa joven realizaba para poder verle, la miraba sentada a su lado y no podía evitar acariciar su mejilla, su cabello y después sus piernas.

Llegaban a lo más alto de la ciudad, ahí se encontraba un área arqueológica, esta tenía un pequeño bosque, el cual se prestaba para caminar o meditar, algunos subían a las 3 de la madrugada a realizar distintos tipos de rituales, desde ofrendas hasta sacrificios de animales. Una vez que estaban ahí, se tomaban de la mano y se iban adentrando en ese bosque cómplice de su amor. 
Se podía escuchar el crujir de los árboles, el silbar del viento, las aves que reposaban en las ramas y de nuevo retomaban el vuelo, uno que otro animal entre los arbustos, el olor de las distintas hierbas que pisaban a su paso pero en especial el olor a tierra húmeda.

- ¡Ya está cerca la lluvia, odio mojarme pero sé que amas jugar mientras llueve!
-¡Es verdad! ¿Qué te parece si mientras nos alcanza la lluvia, me abrazas?

Ella se colgaba de su cuello y comenzaban a besarse muy lentamente, le encantaba morder sus labios carnosos, acariciar su nuca le excitaba, lo tomaba de las manos y las colocaba en su cintura, sabía que él amaba posarse ahí, poco a poco dejaba su cintura para acariciar sus caderas y seguir bajando lentamente.

Caían las primeras gotas de lluvia, ella le pedía que se recostaran en el pasto, siempre era de la misma forma, ella encima de él, era el momento en que esa inocencia mostraba toda su esencia de perversión, ella mandaba, lo dejaba claro porque era el único momento en que podía verlo fijamente a los ojos; la lluvia ya los había cubierto totalmente, sus cuerpos empezaban a perder su temperatura habitual, señal de que los besos debían continuar, la ropa empapada dejaba mostrar más sus curvas, sobre todo sus pechos firmes, turgentes y redondos, se recostaba sobre él para que pudiera sentirlos mientras lo besaba, entre más se besaban ella comenzaba a sentir ese calor digno de gloria entre sus muslos, empezaba a mover sus caderas para frotarse en él, le fascinaba sentir la reacción de su entre pierna, saberle erecto; se desprendía de la ropa para dejar que él la admirara desnuda, en plenitud bajo la lluvia, le sonreía mientras le quitaba el pantalón; le gustaba admirar la grandeza de su virilidad, probar un poco de él para después cabalgarle; ese primer instante en el que los cuerpos se fusionan y se vuelven uno solo, él podía sentir el calor de su vientre, la tomaba con fuerza de las caderas como aquel niño que teme que su juguete más preciado se deslice de sus manos, es entonces cuando ella entre todo su deleite lo llama, repite su nombre, le dice que lo ama; se sienta para abrazarla, se entrelazan formando el infinito con las piernas, se detiene para tenerla de frente, le pide que abra los ojos y le mire, necesita que ella lo sepa:

- ¡Te amo como nunca he amado a nadie más! ¡No quiero perderte nunca! ¡Te amo!

Ella lo mira con ternura, le sonríe y vuelve aferrarse con fuerza a su espalda,  es una entrega absoluta, son el uno para el otro, estallan juntos en placer, se miran fijamente y continúan besándose, después de un rato sus cuerpos se vuelven a enfriar, se visten, continúan abrazados bajo la lluvia, es momento de volver a casa, la vuelve a dejar en la misma calle solitaria.

_ ¡Te marco a media noche, cuando todos duerman. Te amo!

Ella sonríe y camina a casa.