martes, 12 de noviembre de 2019

Sirena

¡Cierra los ojos!
¡Espera! ¡Silencio!
¿Lo escuchas? ¡Abre lentamente tus ojos!

¡Sí es el mar! Sus olas vienen y van suavemente, el sol está a unos minutos de desaparecer para darle tregua a las sirenas y tritones, saldrán a disfrutar la luz de la luna.

¿Sientes el calor en tu cuerpo? Es una delicia sentirlo.

¿Me permites tomarte de la mano? ¡Vamos a meter los pies en el agua! Ahí la arena es aún más suave; caminemos sobre la orilla, juguemos a ver como el mar nos va llevando sutilmente.

¿Sabes? Huatulco es mi lugar favorito, me gusta venir en esta época porque sucede esto, tienes el mar y la playa completamente para ti.

Vamos metiéndonos un poco más al agua, es fascinante el contraste, en la orilla el agua es tan transparente que podemos ver la arena, unos pasos más adelante, es ligeramente verde y conforme más nos vamos adentrando comienza el azul cielo, más al fondo nuestro azul se vuelve intenso.

No soy yo, te lo juro, son las olas las que me van acercando a ti, quizás si me tomas de la cintura podremos evitar que me robe un tritón o que venga Neptuno cabalgando las olas en su caballos blancos a reclamar lo que alguna vez fue suyo; de ti no puedo decir lo mismo, ahora que el agua nos llega a los hombros, ahora que tus brazos rodean mi cintura y tus manos se aproximan a un camino peligroso, ahora que estamos así de cerca te lo puedo confesar, esta sirena te atrajo con su voz hasta aquí, desde la antigüedad lo hemos hecho así, atraer a los marineros a su último destino; desde este momento y para siempre me perteneces.
 Ya no hay marcha atrás.

¡Bésame! 
Aquí es el único lugar donde el infierno no arde. No aún.







domingo, 20 de octubre de 2019

Días lluviosos

Todo comenzaba con un mensaje:
- Parece que ya va a llover ¿Paso por ti?
- Sí, en la misma calle de siempre.

Ella llegaba a la misma calle solitaria, la fiel testigo del encuentro de esa pareja de amantes. Abordaba el coche, le daba un beso en la boca y se escondía entre el asiento y la guantera, así al momento de pasar frente a su casa no sería vista, pero también tenía una segunda finalidad, disfrutaba de la vista que tenía desde ahí, le gustaba verlo serio al manejar, observar su barba (esa barba que un principio le causó miedo pues le hacía parecer aún más grande que ella) después de observar sus ojos dormilones, bajaba la mirada recorriendo su torso hasta ver su pantalón, sabía de memoria lo que había debajo de la ropa y le ardía el pecho por las ansías de poder estar a solas.

Una vez que pasaban el área dónde pudiesen ser vistos, se reincorporaba y tomaba asiento, él sonreía fascinado, estaba enamorado de su inocencia y su mirada traviesa, amaba su sonrisa; no podía dar crédito a todo lo que esa joven realizaba para poder verle, la miraba sentada a su lado y no podía evitar acariciar su mejilla, su cabello y después sus piernas.

Llegaban a lo más alto de la ciudad, ahí se encontraba un área arqueológica, esta tenía un pequeño bosque, el cual se prestaba para caminar o meditar, algunos subían a las 3 de la madrugada a realizar distintos tipos de rituales, desde ofrendas hasta sacrificios de animales. Una vez que estaban ahí, se tomaban de la mano y se iban adentrando en ese bosque cómplice de su amor. 
Se podía escuchar el crujir de los árboles, el silbar del viento, las aves que reposaban en las ramas y de nuevo retomaban el vuelo, uno que otro animal entre los arbustos, el olor de las distintas hierbas que pisaban a su paso pero en especial el olor a tierra húmeda.

- ¡Ya está cerca la lluvia, odio mojarme pero sé que amas jugar mientras llueve!
-¡Es verdad! ¿Qué te parece si mientras nos alcanza la lluvia, me abrazas?

Ella se colgaba de su cuello y comenzaban a besarse muy lentamente, le encantaba morder sus labios carnosos, acariciar su nuca le excitaba, lo tomaba de las manos y las colocaba en su cintura, sabía que él amaba posarse ahí, poco a poco dejaba su cintura para acariciar sus caderas y seguir bajando lentamente.

Caían las primeras gotas de lluvia, ella le pedía que se recostaran en el pasto, siempre era de la misma forma, ella encima de él, era el momento en que esa inocencia mostraba toda su esencia de perversión, ella mandaba, lo dejaba claro porque era el único momento en que podía verlo fijamente a los ojos; la lluvia ya los había cubierto totalmente, sus cuerpos empezaban a perder su temperatura habitual, señal de que los besos debían continuar, la ropa empapada dejaba mostrar más sus curvas, sobre todo sus pechos firmes, turgentes y redondos, se recostaba sobre él para que pudiera sentirlos mientras lo besaba, entre más se besaban ella comenzaba a sentir ese calor digno de gloria entre sus muslos, empezaba a mover sus caderas para frotarse en él, le fascinaba sentir la reacción de su entre pierna, saberle erecto; se desprendía de la ropa para dejar que él la admirara desnuda, en plenitud bajo la lluvia, le sonreía mientras le quitaba el pantalón; le gustaba admirar la grandeza de su virilidad, probar un poco de él para después cabalgarle; ese primer instante en el que los cuerpos se fusionan y se vuelven uno solo, él podía sentir el calor de su vientre, la tomaba con fuerza de las caderas como aquel niño que teme que su juguete más preciado se deslice de sus manos, es entonces cuando ella entre todo su deleite lo llama, repite su nombre, le dice que lo ama; se sienta para abrazarla, se entrelazan formando el infinito con las piernas, se detiene para tenerla de frente, le pide que abra los ojos y le mire, necesita que ella lo sepa:

- ¡Te amo como nunca he amado a nadie más! ¡No quiero perderte nunca! ¡Te amo!

Ella lo mira con ternura, le sonríe y vuelve aferrarse con fuerza a su espalda,  es una entrega absoluta, son el uno para el otro, estallan juntos en placer, se miran fijamente y continúan besándose, después de un rato sus cuerpos se vuelven a enfriar, se visten, continúan abrazados bajo la lluvia, es momento de volver a casa, la vuelve a dejar en la misma calle solitaria.

_ ¡Te marco a media noche, cuando todos duerman. Te amo!

Ella sonríe y camina a casa.

lunes, 16 de septiembre de 2019

2da Parte. Jacky en el Ministerio Público

*Si esta es la primera vez que me lees, tendrás que ir un poco atrás en mi blog y leer la primera parte de este relato (Se escapó con Jacky)*

Continúa...

Subimos al autobús, no podíamos dejar de abrazarnos y besarnos, era notorio que teníamos meses sin vernos, mucho que contarnos, llegamos a la Ciudad de México a las 7 de la tarde, el siguiente autobús que tomaríamos salía a las 11 de la noche; nos fuimos a caminar abrazados por todo Paseo de la Reforma, cenamos, me compraste un flor, regresamos a la estación de autobuses y nos causó curiosidad ver tantas patrullas, - siendo la Ciudad de México no podía ser raro -  no entramos, nos quedamos otro rato afuera, abrazados, al entrar nos pareció escuchar tu nombre pero una vez más entenderle a la señorita era un tanto complicado - por no decir imposible-  nos sentamos en las bancas, seguíamos abrazados, viendo a la gente pasar, mientras yo te decía historias ficticias de cada persona, reíamos, de repente se escuchó un:

-“¡Ahí están!”

Giramos la mirada, era la policía quien nos señalaba y a lado de ellos mis tíos, literal estábamos rodeados de policías, fuimos a la Gerencia, nos separaron.

Mis tíos como era de esperarse estaban entre histéricos y furiosos, creo que más lo segundo y no los culpo. Solo pude decir:

-¿Cómo me encontraron?
Lo cual desató más su ira
-Nos llamó la nana para decirnos que no estabas, que afuera de la casa estaban tiradas las llaves. ¡Creímos que te habían secuestrado! ¡Movimos cielo, mar y tierra para encontrarte y lo único que tienes para decir ¿es eso?
-¡Perdón, lo siento mucho! ¡Estoy bien! No era mi intención, incluso había dejado una carta sobre la cama para decirles justamente esto.
-¡Nunca llegamos a tu habitación! ¡Pero debes de saber que esto tendrá consecuencias, ese joven se irá detenido por intento de secuestro de una menor de edad!

Empecé a llorar, era lo último que quería para ti, causarte problemas, mientras a nosotros nos subían a patrullas distintas, nuestras familias se reunían en Oaxaca para solucionar la situación.

En la patrulla se escuchó un:
-10-24 (Misión cumplida)
-¿De qué se trató?
-10-12 (Visitas presentes) ¡Vamos para allá!

Llegamos al Ministerio Público, ni los policías, ni mis tíos nos dejaban acercarnos, no podía dejar de llorar, mis tíos seguían furiosos, pasaron a hablar con la ministerio público en turno, mientras nosotros nos mirábamos a lo lejos con tristeza.
Cuando mis tíos se encontraban en la oficina, el comandante se acercó a hablarme:

-¡Tranquila! Tú lo quieres mucho ¿verdad?
-Sí, muchísimo
-Entonces cálmate, deja de llorar, dime ¿Ya han tenido relaciones sexuales?
-No
-¿A dónde pensaban ir?
-A Oaxaca, no quiero vivir en Cuernavaca (mentí)
-Mira la cosa es muy sencilla, por ser menor de edad, la Lic. te va a hacer unas preguntas, necesitas estar tranquila, tener temple, responder con calma, que vea que eres madura, dile lo mismo que me acabas de decir, que no es un intento de secuestro, que ibas por voluntad propia, que estudias y llevas buenas calificaciones. De ti va a depender que ese joven que te ama se vaya a casa, ya el tiempo dirá muchachos, si tanto es su amor, sus familias van a ceder y los dejarán ser novios.

No fue así, a él se lo llevaron detenido, no hubo tiempo de despedirnos, desde entonces una vez al mes me armo de valor y lo voy a visitar a la cárcel, no imaginan la inmensa tristeza de verle ahí, me rompe el corazón...

Obvio no ¡Es broma!, la historia continua…

Efectivamente, me hicieron pasar, fueron las mismas preguntas y al decir “por voluntad propia” la licenciada les dijo a mis tíos que no había nada más qué hacer, a lo mucho que constara como antecedente penal, pero eso lo dañaría en el futuro.
Mis tíos decidieron no hacerlo, la condición para ambos fue romper toda clase de comunicación, dejarlo por la paz.

Cada quien se fue de regreso a casa, uno a Oaxaca y otra a Cuernavaca, todo el camino fue de silencio, los siguientes meses fueron de intentar continuar, pero a la larga terminamos.

Sin embargo, antes de irme de viaje, yo le prometí que, si todo fallaba, un año después regresaría, y así fue, aun cuando ya no éramos nada, regresé a vivir a Oaxaca, no teníamos ninguna forma de contacto, la noche siguiente a mi retorno recibí mensaje de número desconocido:
-Espero no te moleste, pasaré a dejarle a tu abuelita, algunos peluches que me regalaste.
-No es necesario, déjalos en la entrada, yo saldré por ellos.
P.D. Te extraño.

Encontré todos los viejos regalos y sin más me fui a acostar. A media noche llegó otro mensaje:
-No puedo creer que regresaste, te mandé mensaje para dejarte esos recuerdos porque mañana me voy a Guadalajara a terminar allá mi carrera, me gané una beca, mi papá me acompañó la semana pasada y ya está listo el departamento y todo lo demás.

Solo pude responder:
-Esta vez, yo te esperaré.

martes, 10 de septiembre de 2019

Se escapó con Jacky - 1ra Parte

¿Cómo fue? ¡Veamos…!
Fue ¡Mítico! ¡Algo digno de contar a los nietos!

Mi familia católica conservadora, tu familia iconoclasta. Teníamos un año de novios, apenas un año atrás me caías fatídicamente mal, me conociste jugando futbol en la calle, rompiendo los vidrios de las ventanas de tus vecinos, riendo a carcajadas; tú en cambio siempre en silencio, serio hasta más no poder; nos presentaron por una apuesta con una vecina (la última que hice), te cautivó esa joven que saludaba de mano y hablaba de “usted” a sus contemporáneos, a los menores y mayores, hasta el Firulais que se encontraba en la banqueta era un digno can para ser saludado de manera respetuosa.

Mi familia se percató que mis calificaciones ya no eran las mismas, las clases de francés resultaban eternas; el viaje a Europa estaba cerca “Es justo lo que necesita, estar un mes fuera le hará olvidarse de ese joven mayor que ella” solía decir mi abuela. Pero esta vez era distinto, sabían que ese mes no sería suficiente, la decisión estaba tomada, una vez que regresara, dejaría Oaxaca y me iría a vivir a Cuernavaca.

Recuerdo que no te dije nada, nos vimos saliendo de clases, te abracé, te besé y molesté como siempre, llegado el momento de despedirnos, solo pude agachar la cabeza y decirte que no podíamos seguir, que ya no volvería y que un noviazgo a distancia no era lo mío, me viste llorar, nos abrazamos y entonces en el silencio surgió la pregunta:

¿Nos escapamos? ¿Estarías dispuesto a dejar todo? ¿A empezar de cero en un lugar dónde nadie nos conozca?

El Frío recorrió nuestros cuerpos ¡Qué locura!
¡Sí, hagámoslo! Pero no hay marcha atrás.

Y así fue, aun estando del otro lado del mundo nos hablábamos, el día que subí a la Torre Eiffel te marqué, pero no estabas, sin embargo, mi cuñis estaba encantada con la llamada. Buscaste un trabajo y estabas ahorrando.

Llegaste a Cuernavaca, mi familia siempre ha sido muy cuidadosa, eso y que sabían de tu existencia, razón por la cual yo vivía bajo llave, esa tarde ya tenía listas mis dos maletas, en la segunda se incluía un peluche de Stich (lo sé, mi sentido de supervivencia es lo máximo, un peluche me iba a salvar de cualquier mal, ¿madurez? Lo siento joven, no vino); había estudiado muy bien los horarios de cada integrante de la casa, mientras Doña Ángeles preparaba la comida y me contaba las novedades de su vecina, sin que se diera cuenta yo deslizaba lentamente el cajón de la cocina para que no rechinara, sabía que debajo del orégano escondía la llave de la reja, la tomé ¡Bingo!, a las 5 se iría y la buscaría para poder salir, por ende, yo debía de controlar mis nervios y fingir no saber nada al respecto.

Eran las 5 y sin rastro de la llave, Doña Ángeles tuvo que pedirle su llave a la nana de mi prima, con la promesa de reportárselo a los patrones al otro día a primera hora, así fue. Siguiente paso, esperar que la nana subiera a dormir a mi prima, mientras tanto yo me hacía la loca (no hay otra expresión más acorde) con los perros en el jardín… ¡Listo! ¡Es hora de la siesta!.

Abrir la puerta de madera de la casa, tenía que ser con suma cautela, muy lentamente, si algo hemos aprendido en las películas de terror es que no se puede confiar en nada que sea de madera, saqué las dos maletas que se encontraban ocultas detrás del carro, saqué la evidencia de mi primer y único robo.
¡Rayos! ¡Se me olvidó echarle aceite a la reja y rechina tan fuerte como mi risa!

¿Recuerdan la música de Misión Imposible? Por favor, que empiece a sonar ahora en sus mentes, deslizar la reja en cámara lenta llegó a producir sudor en mi frente, ya está abierta, estoy afuera, ahora toca cerrarla, exactamente el mismo proceder, es momento de correr, pero “¡Jacky espera, deja muestra de tu decencia!” me dije “¡Claro! ¡Dejaré aquí la llave para que no tenga problemas Doña Ángeles!”.

Ahora sí con el corazón acelerado, a correr se ha dicho, solo podía imaginarte toda la mañana esperando, tomé el taxi, no podía creer lo que estaba haciendo…
¡Detenga el auto! ¡no no no no, por favor disculpe y continúe!

-¡Hemos llegado! ¡Son 25 pesos!
Solo sé que pagué en modo automático, dijimos que no había marcha atrás.

Estaba en el umbral de la estación, no podía escuchar otra cosa que mi corazón y a la señorita por el altoparlante, solo Dios sabe que estaba intentando comunicar, de la nada alguien me abrazó con tanta fuerza que lo supe, eras tú.

-¡Creí que no llegarías, estaba por abordar!
-¡Aquí estoy, vamos!

                  Continuará...

martes, 3 de septiembre de 2019

Carta a un héroe sin capa

Vamos a jugar por un momento, ¿te parece? Seamos actores, tienes que entrar en el papel, ser el personaje…

Eres una joven de 18 años, decidiste ser independiente ante la ausencia de tus padres, has decidido que no serás una cifra más, no serás un “nini”, por lo cual estudias la preparatoria abierta los sábados, lunes a domingo trabajas, entras a las 8:00 a.m. y sales a las 8 p.m.; Sí, es agotador trabajar, llegar a prepararte algo de cenar y ponerte a estudiar o hacer algún trabajo, sin embargo, te motiva saber que buscas un futuro mejor…

Estás en periodo de exámenes, tienes programado un examen para el viernes a las 8 de la noche, nada menos que la materia de “Etimologías Grecolatinas”, tu dolor de cabeza, pero estudiaste, estás lista para lo que venga, te organizas, pides permiso en el trabajo con la promesa de reponer ese tiempo el sábado y domingo; presentas el examen, lo realizas lo más rápido posible pues temes que por ser noche no alcances la última ruta del autobús y en especial porque vives del otro lado de la ciudad. Entonces tu mente te recuerda:

“¡Solo tomaste lo justo para un autobús, no traes más, mejor apúrate! ¡Rayos!”

Terminas el examen, estás satisfecha contigo misma porque sabes que de ninguna manera vas a reprobar, “¡Estuvo papita!”, sales de las instalaciones de la escuela, subes el puente peatonal porque eres demasiado distraída para tener la osadía de atravesar entre los carros, sabes que debes de tener cuidado, te han dicho que en la parte superior del puente suelen robar, sientes un poco de miedo porque al final de este no hay suficiente iluminación, empiezas a descender el puente, piensas “¡Uff, no pasó nada, estoy a unos pasos de la parada del bus!”.

Toca pasar debajo de las escalera del puente, los carros transitan normal, todos quieren llegar a casa, de repente, te percatas que hay tres individuos en estado de ebriedad debajo de las escaleras, “¡Actúa normal!” te repites una y otra vez, “¡No hagas caso de las cosas que están diciendo, camina más rápido, ya estás cerca de la parada y se alcanza a ver que hay personas!”.

Los sujetos deciden también apurar el paso, empiezas a correr, ellos también lo hacen, te detienen del brazo, estás rodeada, les dices que por favor te dejen en paz, ellos solo ríen y te desnudan con la mirada, te empiezan a llevar a la parte más oscura, entre la parte debajo de las escaleras y un pequeño pedazo de jardín, tus lagrimas no dejan de brotar, solo quieres ir a casa, les ruegas que te suelten, les imploras que quieres ir a casa, pero, lo notas en sus miradas, tus lágrimas y suplicas no significan nada, no es porque seas bonita, no es porque lleves ropa escotada o entallada, provocativa la llamaría un ministerio público; en realidad llevas jeans bofos, tu playera del uniforme, tenis y tu mochila, no usas maquillaje, eres gordita, no logras entender por qué te está sucediendo eso, y entonces tu mente dice:

“Y si… después de que terminen de violarme, ¿deciden matarme? ¿Hasta aquí debía ser mi vida? ¿esto fue todo? ¿No volveré a ver a mi familia? ¿Diooos que le dirán a mi familia?”
¡Dios te lo suplico que esto no sea todo! ¡Dios ayúdame!

Tus lagrimas siguen brotando, cuando crees que no hay ninguna esperanza, se escucha:
¡Oigaaaan! ¿Qué le están haciendo? ¡Déjenla! ¡Es mi novia!

Los sujetos te sueltan, sientes como el aire regresa a tus pulmones, ese instinto por vivir te activa las piernas y corres hacia el joven que te acaba de ayudar, él te sostiene como si estuvieras a punto de desmayar, te pregunta:

“¿Estás bien? ¡Lo vi todo y vine a tratar de ayudar!
- ¡No, no estoy bien, solo quiero ir a casa!

Ese joven te sostiene y te lleva a la parada, puedes ver como los sujetos se alejan riendo; resulta increíble como los carros pasan, el mundo nunca se detuvo ante tu ausencia, ante tu terror, el mundo no, pero ese joven desconocido que te consuela sí.

Él esperó a que llegara tu autobús, te dijo “Cuídate, deseo que estés bien”
- ¡Muchas gracias, te lo digo de corazón!

Llegaste a casa y tu familia dio gracias a Dios pero en especial a ese joven, de no ser por él, la historia sería distinta.

Jamás se me ocurrió preguntarte tu nombre, no puedo recordar tu rostro, pero puedo decirte que aquella noche bajo el puente del IEEPO tú fuiste mi héroe, mi ángel de la guardia, sin ti muy probablemente no estaría aquí, arriesgaste tu integridad por una desconocida que vivirá eternamente agradecida.


domingo, 25 de agosto de 2019

Es abogada y escribe en Twitter


El fin de semana, decidí que era momento de distraerme un rato, así que fui con mi abuelita a caminar por el Andador Turístico, al llegar al centro le dije que quería invitarla a comer al restaurante que tanto le gusta, puso cara de preocupación, me dijo:

- ¡No hija, es muy caro, mejor vamos a otro lugar!

Le dije que, por favor me permitiera invitarla, con mucha resignación respondió:
- ¡Está bien, yo solo quiero una rebanada de pastel de chocolate y ya!

Fue fantástico poder invitarla, sentarnos, mirar el menú en silencio, después de algunos minutos se decidió…
- Quiero un caldo tlalpeño y después el postre.

Inmediatamente sonreí, desde hace tiempo se volvió una niña pequeña, predecible, no importa del lugar que se trate, pide caldo tlalpeño, ha llegado a la conclusión que el mejor caldo es el que preparan ahí; en realidad no lo es, le gusta porque ahí se reúne la familia, ahí tiene buenos recuerdos.

Le platiqué del trabajo, de lo mucho que me fastidia estar todo el día sentada pero también que me siento infinitamente afortunada de ejercer lo que estudié, hablamos del famoso Twitter, le divierte lo que escribo, los audios la hacen llorar de nostalgia, para hacerla reír le conté la anécdota de las luces en el cielo de Monte Albán y no paraba de reír; entonces ella comenzó a contarme historias de brujas, demonios, duendes, nahuales, me quedé en completo silencio, el mundo dejó de existir, solo éramos ella y yo. Fue retroceder el tiempo, podía recordarme de 5 años, sentada en el suelo, cada que se iba la luz y nos quedábamos sin actividades, ella se sentaba en el sillón y me contaba esas mismas historias más las anécdotas de cuando fue Ministerio Público.

Terminamos de comer, nos sentíamos listas para irnos rodando de lo llenas que estábamos, llegó el momento de pagar la cuenta, el mesero me preguntó si era mi abuela, a lo cual respondí que sí, él me dijo:
- ¡Es usted muy afortunada de tenerla!
- ¡Lo sé, soy muy bendecida!

Mi abuelita le hizo la corrección: “¡Soy su madre!”.
Es verdad, lo eres.

Llegó otro mesero a levantar los platos y muy osadamente me dijo:
- ¿Vienes seguido aquí? ¿Cómo apareces en Facebook?
- Sí, vengo seguido con mi familia y no, no tengo.
- Pero tendrás número de celular ¿Me lo das?
- No joven, disculpe.

Cuando creí que dicho momento ya había terminado, escucho decir a mi abuelita:
- Pero la encuentras en Twitter, es abogada y le gusta escribir.

Me sentí bastante abochornada, sonrojada me fui con ella, no quise ni levantar la mirada. ¿Qué podía decirle a esa pequeña que ahora depende de mi brazo al andar? ¿Qué podía decirle a esa mujer que me cuidó desde bebé y ahora camina lento?
Solo hay una palabra. Gracias.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Una escapada con mi abuelita

Todo estaba programado desde hace un año, en este puente que pasó, toda la familia debía de reunirse en Cholula, Puebla; ¿La Razón? Los quince años de una prima, todos dijimos que sí, porque eso de ir haciendo cada quien su vida en distintos estados complica cada vez más que nos reunamos todos; después de esta ligera introducción, procederé a contarles mi grato puente de marzo.

Todo comienza con las siguientes preguntas ¿A qué hotel llegarán ustedes?, ¿En qué se irán?.

Para no hacer esta narrativa larga, algunos en autobús para evitar el tedio de manejar, otros en carro por la comodidad y el gusto de conducir; siguiente pregunta, la más importante de todas, “¿Con quién se irá abuela?”, Doña Socorro, mi abuelita que es más mi madre, decidió que sería bueno que después de muchos años sin viajar juntas, esta era la ocasión adecuada, lo cual agradecí infinitamente, porque nunca está de más que la matriarca le deje claro a la familia, que yo soy su consentida (¡aunque no lo crean hay una guerra de celos por el amor de la matriarca entre mis tíos y primos, nunca podrán ganarme, es un hecho! Jajajajajaja).

El trayecto fue ameno y corto, llegamos a las 2 de la tarde a la tranquilidad del hotel, en donde poco a poco fueron llegando los demás integrantes de nuestra familia, decidimos que había tiempo para ir a comer algo antes de la misa, emprendimos una caminata y les propuse que comiéramos algo rápido por cuestiones de tiempo, unas tortas, a lo cual Doña Socorro respondió de una manera clara:

-“Yo no como esas cosas a mi edad, yo quiero sopa”

Iniciamos una larga caminata para encontrar un lugar que no fuera de tacos o de cemitas, ¡Bingo! ¡Al fin un lugar donde ofrecían sopa!, Doña Socorro pidió un caldo tlalpeño, mientras los demás encargamos cemitas y una cerveza para el calor, todos devoramos nuestro respectivo plato y el caldo seguía sin llegar, para cuando lo sirvieron, ¡Oh sorpresa! Ese caldo en Oaxaca es conocido como mole de olla, este hecho hizo enojar a mi abuela, pidió que llamáramos al camarero y cuando este llegó, con toda la calma del mundo le explicó que en Oaxaca se hace de una manera distinta, por ello le pedía de la manera más atenta se lo cambiara, el joven se lo cambió por un consomé de pollo que era una mezcla entre salsa pico de gallo, un toque de arroz y tres pedazos finamente cortados de totopo, su enojo se hizo aún más presente, pero con mucha resignación comió.

Inevitablemente el tiempo nos había alcanzado, yo decidí que prefería llegar directo al salón del evento pues necesitaba arreglarme, mi abuela y mi tía decidieron correr a la iglesia, no sin antes decirme:

-“Jaqueline no se te olvide llevar mi bolso blanco al salón”

Efectivamente, lo dijo, mi nombre completo “Jaqueline” señal de que estaba hablando en serio, no había nada que dudar, me arreglé y me fui al salón donde sería la fiesta, mientras caminaba iba observando dicho bolso, era viejo y desgastado, me pareció realmente feo pero recordé como muchos años antes, cuando era pequeña, me gustaba observarlo, abrirlo, siempre lleno de mil cosas que se pueden llegar a ocupar, era el bolso que mi abuela se llevaba al trabajo, me parecía hermoso, me gustaba lo coqueta que se veía con el, más de una vez dije “Cuando sea grande me compraré un bolso igual a este”, inevitable no sentir nostalgia, los años han pasado, ni el bolso, ni mi abuela, ni yo somos las mismas.

Lo curioso es que el bolso lo cuidé toda la noche y Doña Socorro nunca lo ocupó, en ningún momento lo pidió, llegamos al hotel, lo abrí y estaba vacío.

Así de mucho ha cambiado todo, mi querida abuela ya no necesita cargar con todo, esos años ya pasaron, ahora sus hijos y nietos ven por ella, lo tiene todo, una familia que la ama.
No le hace falta nada.

Te quiero tanto madre querida, no quiero imaginarme que será de mi cuando ya no estés Soco.

viernes, 15 de marzo de 2019

La ortografía en mi vida

¿Alguna vez les pasó que… En la primaria les dejaban hacer planas con ejercicios de letra molde o con las palabras que tuviste mal a la hora del dictado?

Bueno, déjame te platico, Jacky toda la primaria fue cliente frecuente de hacer planas, las odiaba, me enojaba pasar los domingos completos haciendo planas, cuando bien podría andar trepando árboles, dando vueltas en la bicicleta, ideando alguna aventura en la cual nuevamente quedaría con las rodillas y codos raspados al rojo vivo y moretones.

La sentencia era clara “Hasta terminar la tarea puedes salir a jugar”, me daba la media noche del domingo, independientemente de la cartulina que se me olvidaba, yo seguía sin terminar mis benditas planas.

Fue hasta llegar a la Universidad que lo noté, no hablo de letras bonitas, me refiero a faltas de ortografía, compañeros que no sabían leer correctamente, una redacción un tanto temerosa, por no decir penosa, y entonces te recordé abuelita, diciéndome “Hasta para escribir se requiere de amor y dedicación, algún día lo entenderás”.

Ahora no solo digo ¡Benditas planas!, sino también, ¡bendita materia de Español, bendita escuela!, sin ellas mi vida no sería igual.

lunes, 4 de marzo de 2019

Mi abuelo y las barajas

Me recuerdo a la edad de 4 años, observando en silencio para no ser descubierta, al fondo se encuentran mis tíos y mi abuelo jugando baraja española, sus risas son lo que llamaron mi atención, sigilosamente me voy acercando más y más, es tanta la atención en el juego que no se percatan de la pequeña curiosa que se encuentra a sus espaldas, de tanto observar, aprendí.

De todas las reglas del juego solo había una que no comprendía, la cual era:
“En cuanto llegue tu abuela, se guarda todo y ni una palabra de que estuvimos todos jugando”.

Un buen día, sintiéndome segura de mis nuevos conocimientos y con varios centavos ahorrados, me acerqué a la mesa y pedí jugar, todos rieron, pero accedieron, como era de esperarse las primeras veces perdí…

¡Vaya sorpresa! Poco a poco esa pequeña empezó a ganar, no solo la partida, también los tostones de cada uno de los oponentes, ¡Ya era una digna oponente de mi abuelo!

Una tarde tranquila de sábado, nos encontrábamos muy concentrados en esta ciencia exacta de los juegos de azar, que ni el mismo “Pepito” (perico de la casa) tuvo tiempo de avisarnos; doña Socorro (mi abuela) había llegado a casa y se dirigía a nosotros…

El regaño para los dos fue colosal, “¡Cómo una niña iba a estar jugando cosas de tabernas, del diablo, del azar, cosas por las cuales hasta se matan!” “¡Pero en especial tú Rubén, que le has enseñado tal cosa!.

El castigo nos duró un mes, pero la enseñanza fue bastante buena, ya no estás abuelo, pero en cada juego, río en tu nombre.

martes, 26 de febrero de 2019

Aquella primera vez

¿Recuerdas aquella primera vez? Tú y yo, solos en el bosque, habíamos decidido ir ahí por mi cumpleaños, sabes que me encanta perderme en la naturaleza y en el silencio, el viento susurrando entre las ramas de los árboles, por momentos reina la quietud total…

Decides acercarte y abrazarme, me conoces, soy tímida, no puedo si quiera mirarte a los ojos, me gustas mucho, los nervios son mis eternos compañeros; comienzas a besarme y acariciarme muy lentamente, como si ese ser que tienes entre tus brazos fuera tan delicado que puede romperse y dejar de existir de un momento a otro.

Me preguntas si quiero que sigas, me falta el aliento, sé que poco a poco me estoy perdiendo, alcanzo a decir con una voz muy baja, casi suplicante “Sí”, tus manos se abren camino, besas mi cuello, me susurras al oído cuánto me amas y cuánto habías esperado por que llegara ese momento.

Había leído y visto películas con escenas similares a la que estaba viviendo, nada se compara con todo lo que estaba experimentando en ese preciso instante; lo sabía desde hace tiempo, estaba segura de mi decisión, en verdad te quiero, no hay marcha atrás, la infancia ha quedado para siempre atrás.

domingo, 24 de febrero de 2019

Una caminata por Oaxaca

Mi día comienza a las 5, a las 8 ya estoy iniciando mi caminata habitual de 3 kilómetros, me gusta andar entre las calles del centro de Oaxaca, ser testigo de cómo los primeros rayos de sol tocan la cantera verde de los edificios, el cielo azul, un aire limpio que te inspira a meditar, poco a poco el fresco de la mañana desaparece, mi cuerpo está entrando en calor, la respiración cambia su ritmo, empieza a acelerarse, pienso “Ojalá se estén quemando los tacos al pastor de anoche”, espero el rojo del semáforo, veo a muchos caninos felices por ir caminando junto a su amo, otros más en busca de comida.

Llego al andador turístico, ¡Que vista! ¡Simplemente hermosa!, los negocios empiezan a subir sus cortinas, brota en el aire el olor a café y chocolate, pienso en ti abuelita, cuando tenía 5 años y te observaba en silencio, tú en la cocina, callada, preparándome chocolate en la olla de barro y en la destreza que dan los años en el uso del molinillo; sigo caminando y ante mi está el templo de Santo Domingo, como de costumbre en completo silencio, turistas al igual que yo maravillados de tu grandeza, ¡De cuántas generaciones has sido testigo!, apenas hace unos años pasaba de igual manera, diario frente a ti, iba con mis compañeras de secundaria, comprábamos café frío y nuestras risas podían escucharse hasta tu campanario.

Sigo caminando, llego al parque del Llano, ¡Me encanta! Lo primero que se escucha es música con mucho ritmo, la clase de zumba está por terminar, me pasa por la mente: ¡Algún día me animaré a retomar esas clases!, personas trotando, estirando, sudando; otras más disfrutando de la vista y quietud.

Llego al trabajo, me quito los tenis por algo más formal; niveles de endorfina en su máximo nivel, una sonrisa de oreja a oreja.

martes, 19 de febrero de 2019

5 Solteros y 2 bebés

Imaginen a una bebé de 1 año de edad, está cansada del viaje, duerme tranquilamente en el sillón, encima de ella hay una nota, está dirigida a su abuela materna; dice algo muy breve:
“Mamá no puedo cuidar de ella, debo regresar a Querétaro, te la regalo, tú sabrás cuidar mejor de ella”

La tarde está por llegar a su fin, llega a casa el primero de 8 hermanos, su sorpresa es absoluta, enojo, ternura, incertidumbre… Sentimientos encontrados; llegan los otros 4 hermanos (los demás hermanos viven en otro lugar) y los pone al tanto, esperan la llegada de mamá.

Cautivados por esa pequeña indefensa pero exigente para su corta edad, deciden cuidarla, cambiar los horarios de la universidad para poder turnarse, baños improvisados en el lavamanos, pañales apretados, mamilas muy calientes o muy frías, la ciencia de sacarle el aire, “¿Ese llanto es de hambre, sueño, frío o de qué?”, no le gusta dormir sola, es un hecho.

La mayor sorpresa es que esa bebita nunca deja de sonreír, la sangre llama ¡Y de qué manera!, por brazos que la carguen no hay problema.

Transcurre un año, la historia se repite, solo que esta vez, la bebé se encuentra en la cama de mi tía, se trata de mi hermana, Gina; deciden que debemos crecer juntas, ahora ya tienen experiencia, solo que, no es igual, Ginita no llora, no hace ruido alguno, le hacen estudios, ¿Cuál es el dictamen? Hipoxia perinatal, nunca hablará, no podrá superar mentalmente los 3 años de edad, no tendrá una vida común.

Esos 5 solteros se vuelven expertos en, comida para bebés, cambiar pañales, arrullar, cuidar y mimar a 2 pequeñas que la vida decidió debían tener 2 madres y 5 padres.

¡Que bendición!