¿Cómo fue? ¡Veamos…!
Fue ¡Mítico! ¡Algo digno de contar a los nietos!
Mi familia católica conservadora, tu familia iconoclasta. Teníamos un año de novios, apenas un año atrás me caías fatídicamente mal, me conociste jugando futbol en la calle, rompiendo los vidrios de las ventanas de tus vecinos, riendo a carcajadas; tú en cambio siempre en silencio, serio hasta más no poder; nos presentaron por una apuesta con una vecina (la última que hice), te cautivó esa joven que saludaba de mano y hablaba de “usted” a sus contemporáneos, a los menores y mayores, hasta el Firulais que se encontraba en la banqueta era un digno can para ser saludado de manera respetuosa.
Mi familia se percató que mis calificaciones ya no eran las mismas, las clases de francés resultaban eternas; el viaje a Europa estaba cerca “Es justo lo que necesita, estar un mes fuera le hará olvidarse de ese joven mayor que ella” solía decir mi abuela. Pero esta vez era distinto, sabían que ese mes no sería suficiente, la decisión estaba tomada, una vez que regresara, dejaría Oaxaca y me iría a vivir a Cuernavaca.
Recuerdo que no te dije nada, nos vimos saliendo de clases, te abracé, te besé y molesté como siempre, llegado el momento de despedirnos, solo pude agachar la cabeza y decirte que no podíamos seguir, que ya no volvería y que un noviazgo a distancia no era lo mío, me viste llorar, nos abrazamos y entonces en el silencio surgió la pregunta:
¿Nos escapamos? ¿Estarías dispuesto a dejar todo? ¿A empezar de cero en un lugar dónde nadie nos conozca?
El Frío recorrió nuestros cuerpos ¡Qué locura!
¡Sí, hagámoslo! Pero no hay marcha atrás.
Y así fue, aun estando del otro lado del mundo nos hablábamos, el día que subí a la Torre Eiffel te marqué, pero no estabas, sin embargo, mi cuñis estaba encantada con la llamada. Buscaste un trabajo y estabas ahorrando.
Llegaste a Cuernavaca, mi familia siempre ha sido muy cuidadosa, eso y que sabían de tu existencia, razón por la cual yo vivía bajo llave, esa tarde ya tenía listas mis dos maletas, en la segunda se incluía un peluche de Stich (lo sé, mi sentido de supervivencia es lo máximo, un peluche me iba a salvar de cualquier mal, ¿madurez? Lo siento joven, no vino); había estudiado muy bien los horarios de cada integrante de la casa, mientras Doña Ángeles preparaba la comida y me contaba las novedades de su vecina, sin que se diera cuenta yo deslizaba lentamente el cajón de la cocina para que no rechinara, sabía que debajo del orégano escondía la llave de la reja, la tomé ¡Bingo!, a las 5 se iría y la buscaría para poder salir, por ende, yo debía de controlar mis nervios y fingir no saber nada al respecto.
Eran las 5 y sin rastro de la llave, Doña Ángeles tuvo que pedirle su llave a la nana de mi prima, con la promesa de reportárselo a los patrones al otro día a primera hora, así fue. Siguiente paso, esperar que la nana subiera a dormir a mi prima, mientras tanto yo me hacía la loca (no hay otra expresión más acorde) con los perros en el jardín… ¡Listo! ¡Es hora de la siesta!.
Abrir la puerta de madera de la casa, tenía que ser con suma cautela, muy lentamente, si algo hemos aprendido en las películas de terror es que no se puede confiar en nada que sea de madera, saqué las dos maletas que se encontraban ocultas detrás del carro, saqué la evidencia de mi primer y único robo.
¡Rayos! ¡Se me olvidó echarle aceite a la reja y rechina tan fuerte como mi risa!
¿Recuerdan la música de Misión Imposible? Por favor, que empiece a sonar ahora en sus mentes, deslizar la reja en cámara lenta llegó a producir sudor en mi frente, ya está abierta, estoy afuera, ahora toca cerrarla, exactamente el mismo proceder, es momento de correr, pero “¡Jacky espera, deja muestra de tu decencia!” me dije “¡Claro! ¡Dejaré aquí la llave para que no tenga problemas Doña Ángeles!”.
Ahora sí con el corazón acelerado, a correr se ha dicho, solo podía imaginarte toda la mañana esperando, tomé el taxi, no podía creer lo que estaba haciendo…
¡Detenga el auto! ¡no no no no, por favor disculpe y continúe!
-¡Hemos llegado! ¡Son 25 pesos!
Solo sé que pagué en modo automático, dijimos que no había marcha atrás.
Estaba en el umbral de la estación, no podía escuchar otra cosa que mi corazón y a la señorita por el altoparlante, solo Dios sabe que estaba intentando comunicar, de la nada alguien me abrazó con tanta fuerza que lo supe, eras tú.
-¡Creí que no llegarías, estaba por abordar!
-¡Aquí estoy, vamos!
Continuará...
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